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Ahora descansa tranquila la tierra
y prorrumpe en gritos de júbilo;
se alegran por ti los cipreses,
se alegran los cedros del Líbano.
Desde que pereciste no ha vuelto a subir
contra nosotros el leñador.
El reino de los muertos se estremece
en lo profundo al salir a tu encuentro,
despertando en tu honor a las sombras,
a los grandes del mundo,
haciendo que se alcen de sus tronos
los reyes de los pueblos.

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